Setas: entre lo divino y lo inmortal
Setas: entre lo divino y lo inmortal
Desde el origen de los tiempos, la mayor parte de las culturas humanas han concebido las setas como elementos misteriosos y cargados de poder sobrenatural. El escepticismo y los prejuicios han rondado sobre ellas desde que los primeros humanos comenzaron a consumir plantas silvestres, descubriendo en el proceso qué especies les mantenían con vida y cuáles se la quitaban.
Las setas comenzaron a considerarse una salvación medicinal o una peligrosa vía hacia la muerte. Pequeños seres vivos, de formas y colores llamativos, que generaban sentimientos encontrados de miedo, respeto y admiración debido a su espontáneo crecimiento en los lugares más inesperados.
Aquello sólo podía ser obra de dioses o de seres sobrenaturales. Las fuentes más antiguas afirman que en Egipto se consideraban 'alimento de los dioses' y se creía que aportaban la inmortalidad a quienes las consumían. No es extraño que los faraones prohibiesen a sus súbditos comerlas y hasta tocarlas. Romanos y griegos heredaron esta creencia y las usaron como alimento de las tropas, pues creían que les dotaban de fuerza sobrehumana.
A esta ventaja bélica terminó por añadirse un supuesto poder afrodisíaco. El propio Julio César prohibió su consumo entre las tropas para evitar escarceos indeseados. De hecho, tal fue su importancia en el Imperio romano, que llegaron a ser consideradas alimento exclusivo de las clases altas, siendo incluso regulado su comercio mediante varias leyes. Por aquel tiempo, mientras Plinio el Viejo las denominaba "manjar de los dioses", el filósofo estoico Séneca las tachaba de "lujos innecesarios" entre sus seguidores.
En la Edad Media, las supersticiones convirtieron a las setas en criaturas del Diablo. Este, vagando por el Mundo convertido en un viejo y corpulento sapo, hacía surgir del suelo una o varias setas cada vez que quería sentarse a descansar. Otros interpretaban los círculos de setas en los claros de los bosques como lugares de reunión de seres mágicos, donde brujas, duendes y hadas danzaban formando corros a la luz de la Luna. Todavía en la actualidad llamamos a estas formaciones ‘anillos de brujas’ o ‘anillos de hadas’. Estas y otras patrañas, unidas al riesgo de morir en el intento, hicieron que muchas personas sintiesen un miedo aterrador e irracional a consumir setas.
Incluso las mentes más cultivadas quedaban atrapadas por su misterio. En el siglo XIII, el Doctor de la Iglesia San Alberto Magno llegó a afirmar que las setas eran "exhalaciones de la tierra, frágiles y perecederas". Unos siglos después, pueblos precolombinos de América como los aztecas, también atribuyeron a las setas orígenes divinos, empleándolas en rituales religiosos. Según las fuentes, su consumo curaba a los enfermos, permitía hallar objetos o personas perdidas, dotaba de fuerza sobrenatural y ejercía como nexo de comunicación entre los dioses y el consumidor.
Quizás todas estas atribuciones puedan parecer propias de otro tiempo, sin embargo, no hace muchos meses nos quedamos perplejos al escuchar a un turista afirmar la relación existente entre los rayos y la aparición de setas. Al parecer, su padre siempre le dijo que, allá donde el rayo descargaba toda su furia, al día siguiente surgían setas. Una creencia similar a la de las piedras de rayo, muy extendida hasta no hace mucho tiempo entre los pastores transhumantes. Parece que en pleno siglo XXI, las setas todavía siguen rodeadas de misterio y leyenda.
Cabecera: Codex Magliabecchiano (Wikipedia), folio 9.
Imagen 1: la Biblia Fungi (Photobucket).
Imagen 2: Jesús te ofrece una nueva vida (dosisdiarias.com).
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